viernes, 17 de octubre de 2014

TRIDIM


Desde el otro lado del mar, remite mensaje don Claudio López Núñez, a quien ya conocía usted improbable lector, para exponer un asunto. Las que siguen son sus palabras y la respuesta del redactor a la cuestión que plantea.
Estimadísimo Don José Juan:
Lo saludo con mucha alegría desde la ex Capitanía General de Chile, desde la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, ya cursando actualmente mi internado de cirugía, ya habiendo aprobado con dolores de parto el de ginecología.
Le escribo por una duda que me asaltó hace unos días: bien aprendí que la heráldica es ciencia y arte, sé por lo tanto que diseños y tonos de esmaltes, así también de la plata y el oro, hay como artistas heráldicos haya. Así las cosas, siempre me he preguntado: ¿en la representación de los muebles, qué es lo más propiamente heráldico, dibujarlos de forma plana o en 3D?

No es que nos escandalicemos por tal o cual dibujo, habiendo hermosas obras de artistas como don Marco Foppoli, Rafael Nieto y Laurent Granier, que degradan los colores para dar esa impresión de tridimensionalidad, a diferencia de don Fernando Martínez Larrañaga, pero recuerdo también de sus enseñanzas en el blog que la heráldica a la vez tiende a la sobriedad, por lo que me imagino más propio, o quizás más utilitario para el blasón, una coloración plana del mismo, como dicen por ahí, menos es más. ¿Qué opina usted al respecto?
Un abrazo fraterno.
Claudio López Núñez
Señor de los Reales Sanatorios
Don Claudio:
Vaya por delante mi más sincera enhorabuena por haber superado su especialidad de ginecología y mi ánimo para esa nueva etapa de cirugía. Como le habré expresado en alguna ocasión, trabajo en el hospital militar de Madrid, aunque en labores de nóminas y de facturación, pero convivo a diario con mis compañeros médicos y sé bien que estudian con intensidad.
Le agradezco mucho, don Claudio, que confíe en mí para plantearme la duda que le asalta. En realidad, le aclaro, no soy experto en heráldica, ni mucho menos. A mí lo que me gusta es escribir por el puro placer de hacerlo. En cualquier caso, entro al asunto directamente: 
efectivamente, la heráldica primigenia, que únicamente pretendía servir de identificador, no buscaba dibujos muy bien acabados. Al contrario, sabiendo que el arma defensiva sufriría los desperfectos propios del combate no se requeriría de un artista consumado para disponer los muebles o las piezas que definieran al poseedor del escudo, sino que cualquier sirviente pintaría con mayor o menor fortuna un motivo que identificara al poseedor de esa arma.
Aún durante siglos, al convertirse las señales heráldicas en manifestaciones de identificación a todos los niveles sociales a través de los sellos, se resolvieron los motivos heráldicos sin atender a la perfección en el dibujo, buscando más un motivo original que individualizara del resto.
Pero ya en el siglo XV, los escudos defensivos dejaron de usarse en el campo de batalla a consecuencia de la evolución de las técnicas de combate y  pasaron a convertirse en manifestaciones de gloriosos hechos pasados. Esta circunstancia se materializó en la pérdida de simpleza, en el embarullamiento en infinidad de cuarteles y en la creación de fábulas en torno al origen de los motivos exhibidos en las armerías. Y la sociedad entera, siguiendo ese mecanismo atávico que nos impulsa a copiar lo que hacen los poderosos, actuó de igual forma.
Se buscó entonces un mayor perfeccionamiento. Dado que servirían de vanagloria, los dibujos perdieron la frescura casi infantil que les caracterizaba primitivamente pasando a convertirse en verdaderas obras de arte, admitiendo desde entonces la perspectiva en las piezas y figuras que hoy conocemos, en detrimento del original  trazado plano que presentó la heráldica primigenia.
A día de hoy, tanto entre los diseñadores, como entre los propios receptores de nuevos escudos se busca un retorno a la etapa inicial del proceso de evolución de la ciencia heráldica. Así, es difícil advertir nuevos escudos que recurran al enmarañamiento que suponen las múltiples particiones. Al contrario, la heráldica ha regresado al origen y se prefieren figuras simples.


No obstante, esas pocas figuras pretenden significaciones muy concretas, no convertirse en meros adornos estéticos diferenciadores. En consecuencia, se recurre a expertos dibujantes que sean capaces de crear imágenes que reflejen exactamente, no solo el mueble, sino la posición o la actitud que se requiere de esa figura.
Y contestando realmente al asunto acerca de la validez de la perspectiva que imprimen a sus dibujos los más afamados y actuales artistas heráldicos, a través de la adición de colores o de la degradación de los existentes sobre las figuras, mi opinión es favorable. Tampoco es que mi juicio sea trascendente, ignorante como soy de estas materias.
Creo que es admisible esa, no diré perspectiva, profundidad que imprimen a sus composiciones heráldicas los maestros dibujantes. Vivimos en la era de la estética de la imagen. Esa imagen es hoy cuidadísima, especialmente en el ámbito comercial, en la publicidad. Acostumbrados como estamos en consecuencia a observar permanentemente logos, imágenes comerciales que abundan en detalles de tridimensionalidad es casi inevitable que se busquen de la misma forma en las figuras heráldicas. Y, ya concluyo, excelentes ejemplos nos regalan permanentemente los maestros de nuestro arte.
Muchas gracias por su consulta.
(Las imágenes que adornan la entrada de hoy las he extraído del enlace que sigue: Heráldica3D)