Tenía el honor de aburrirle, improbable lector, hace unas pocas
entradas, a la altura del mes de febrero, con una reflexión
sobre la banda eclesiástica. A modo de ejemplo, se exponía una instantánea en
la que al arzobispo de Barcelona, el cardenal Sistach, se le imponía una banda
de gran cruz por parte del Estamento de caballeros nobles del principado de
Cataluña.
Nadie reparó en un detalle de la imagen que resulta muy gratificante
para los amantes de nuestra ciencia. Los caballeros del estamento visten
hábito al uso. Lucen la venera propia
y, atención, ostentan sus propias armas bordadas en el costado diestro. Obsérvela de
nuevo, improbable lector:
Efectivamente. Tampoco yo he apreciado nunca que orden alguna luzca las armas particulares en el hábito conventual. Sana costumbre. Muy digna de ser
imitada.
Vestir la propia heráldica es uso, en cualquier caso que, como se expuso
recientemente, hasta hace escasas fechas se mantenía en el pontificado.