Hoy propongo a su numen, improbable lector, un par de magníficas ejecuciones heráldicas cuya autoría me resulta desconocida.
La primera de ellas representa a la Corte Federal de Justicia de Canadá:
Lo primero que llama la atención son los soportes. Animales fabulosos con cabeza de ciervo y cuerpo de animal marino, de pez.
Figuras quiméricas que a buen seguro habrá descrito el conde los Viñedos de Zenda en el reino del Maestrazgo, el maestro don Jose María de Montells y Galán, que redactó el Diccionario heráldico de figuras quiméricas.
La composición heráldica se timbra con corona que añade a su aro de metal lises de la casa de Francia y hojas de arce que simbolizan a aquella nación. La ejecución del diseño es pulcra y distinguida. Una obra maestra.
Figuras quiméricas que a buen seguro habrá descrito el conde los Viñedos de Zenda en el reino del Maestrazgo, el maestro don Jose María de Montells y Galán, que redactó el Diccionario heráldico de figuras quiméricas.
La composición heráldica se timbra con corona que añade a su aro de metal lises de la casa de Francia y hojas de arce que simbolizan a aquella nación. La ejecución del diseño es pulcra y distinguida. Una obra maestra.
La segunda, cuyo autor supongo idéntico a la anterior, permanece archivada en mi ordenador con un nombre propio, Lea Paton, a quien supongo distinguida dama habida cuenta su acertado diseño heráldico.
Especialmente significativa me parece la cimera: una estantería de libros que presenta un candelabro con lucerna prendida. No es nada despreciable la permanente actualización de nuestra ciencia que se pone gratamente de manifiesto en el segundo lema que exhibe tan brillante ejecución artística: una cadena numérica de ceros y unos. Nada más.