viernes, 12 de septiembre de 2014

CADENAS

Ya expliqué en una ocasión, improbable lector, que las casas que han albergado a un rey adornan su fachada con cadenas.
Una de las mejores casonas que pueblan el lugar desde el que se redacta este tedioso blog, lamentablemente hoy prácticamente en ruinas, llamada el Canto del Pico, exhibe aún esas cadenas. Lo expuse en su momento.
Hoy, si tiene la deferencia de mantener la atención sobre este texto, iré aún más atrás. Al origen primigenio de esa costumbre. Seré breve, por supuesto.
Lo he leído recientemente. Las cadenas indican autoridad. Exactamente límite sobre el que se ejerce la autoridad. Frontera jurisdiccional.
¿Quién no recuerda el mito sobre el origen de las armas del reino de Navarra? El rey moro Miramolín rodeaba su tienda de campaña con unas cadenas que, es leyenda pero en cualquier caso muy gráfica, el rey navarro logró atravesar y romper, cargando incluso con parte de ellas que aún se conservan en Roncesvalles.
En este caso particular las cadenas no indicaban jurisdicción sino poder. Poder como para tender cadenas, un objeto de cierto valor, a las que además se ataron esclavos armados para asegurar la defensa.
Las cadenas comenzaron realmente a manifestar su simbolismo jurídico por medio de la Iglesia. Nuestra santa madre la Iglesia, siempre cercana al poder y, hay que considerarlo inevitablemente, ávida de defender su propio poder, dispuso por medio de cadenas el territorio sobre el que ejercía su propia soberanía.
Desde la Edad Media y hasta la revolución, la Iglesia consideró que ostentaba por derecho divino la potestad para acoger en su territorio particular a personas perseguidas por la justicia del rey que, con acceder a su interior o incluso con sólo agarrase a las cadenas que rodeaban las iglesias, quedaban dentro de la jurisdicción eclesial y en consecuencia ajenas a la justicia ordinaria.
Es el famoso acogerse a sagrado de los perseguidos por causa de la justicia que de este modo evadían su culpa.

La iglesia defendió a través de excomunión este derecho a considerar su terreno particular fuera de la jurisdicción del señor del lugar. Aún a sabiendas de la culpa del malhechor.
Tan celosa resultó de su derecho que incluso quiso manifestarlo con contundencia: a través de las cadenas que, aún hoy, pueden apreciarse rodeando viejas iglesias.
¿Y entonces, por qué las casas que han visitado los reyes exhiben las cadenas? Como asimilación de manifestación de poder, de jurisdicción. La casa en la que un rey ha pernoctado de alguna forma participa del poder del monarca. El soberano, termino ya, manifiesta que esa edificación que ostenta cadenas en su fachada queda bajo su jurisdicción, defendida con su poder.