lunes, 6 de octubre de 2014

OCHOCIENTOS AÑOS

De nuevo lunes, qué bien, vuelve el orden y la rutina. Sé que sorprende, pero es verdad. Quizá a usted mismo, improbable lector, también le suceda. A mí me encantan los lunes. La vida del fin de semana, bastante alterada, vuelve a su hábito y concierto.
Hace hoy exactamente ochocientos años que dejaba de transitar por este mundo, para llegar a ese otro lugar del cual ningún caminante torna, don Alfonso VIII de Castilla. Transitaba efectivamente el cinco de octubre de 1214 el rey con su cortejo, camino de Arévalo, cuando la enfermedad lo sorprendió. Buscando asilo en el pueblo más cercano, Gutiérre Muñoz, encontró la muerte en aquel lugar en la madrugada del seis.
En lugar de desarrollar un estudio pormenorizado de su vida y obra me entretendré en exponer unas pocas anécdotas.
Don Alfonso VIII es especialmente recordado en el entorno heráldico de estos reinos toda vez que fue quien eligió armas para Castilla.  Armas que aún se muestran en el primer cuartel del escudo nacional de España. 
Su esposa, Leonor de Inglaterra, que le sobrevivió escasos días, fue madre en al menos diez ocasiones, mostrando una maternidad objetiva de veinticinco años. Las armas de la reina, los leones leopardados, pasantes y guardantes, de oro en campo de gules, explicó el profesor don Julio González, inspiraron la elección de los esmaltes de Castilla. La reina Leonor fue hermana de los soberanos Ricardo I corazón de león y de don Juan I sin tierra. Su madre, la afamada Leonor de Aquitania.
Alfonso VIII vio morir en Madrid, en 1211, a su hijo Fernando, que contaba veintiún años y había sido educado como príncipe heredero. Sucedió así al rey el más pequeño de sus hijos, don Enrique I, quien fallecería joven a consecuencia de una pedrada mientras jugaba con otros chicos. A este último le sucedería su hermana mayor, la reina doña Berenguela, quien abdicaría a su vez en su hijo el rey don Fernando III el santo.
Los reyes Alfonso VIII y Leonor vieron casar a casi todas sus hijas con los más granados representantes de la realeza del entorno: Berenguela casó con el rey Alfonso IX de León, Urraca con Alfonso II de Portugal, Blanca con Luis VIII de Francia y Leonor con Jaime I de Aragón. La infanta que no contrajo matrimonio, Constanza, fue abadesa de las Huelgas Reales de Burgos, fundación cisterciense de los reyes Alfonso y Leonor, que sirvió durante siglos como panteón real de Castilla.
Con fama de santidad, Alfonso VIII fue declarado santo por un obispo peninsular. Y realmente fue abuelo de los reyes santos Fernando III de Castilla y Luis IX de Francia.
Existe una obra biográfica extensa, difícil de encontrar en la actualidad, del profesor don Julio González, titulada La vida en Castilla en tiempos del rey don Alfonso VIII.
Otra obra, La judía de Toledo, de Lion Feuchtwanger, novela los supuestos amores del rey con una hebrea. Fácil de localizar, la trama resulta interesante.
Concluyo con la anécdota, explicada en alguna ocasión, relativa a los avatares de las armas de Castilla. El nieto de Alfonso VIII, el rey don Fernando III el santo, debería haber dispuesto las armas de León, las paternas, en la primera partición del cuartelado que creó. Pero Castilla prevaleció. 
De igual forma Isabel y Fernando, los reyes católicos, deberían haber concordado mostrar las armas de la corona de Aragón por delante de las castellanas. Sin embargo, de nuevo, Castilla prevaleció y aún prevalece en las armas de España.