lunes, 28 de octubre de 2013

VOZ HERÁLDICA


Se me han ocurrido mil cosas que contar mientras he permanecido ausente del entorno virtual. Mil cosas. Pero tranquilo, improbable lector, ya las he olvidado todas.
Hace ahora un año, uno de mis medios de trasporte habitual, el Metro de Madrid, convocó un concurso de relatos cortos. Las condiciones requeridas eran bien simples: menos de cien palabras y que la trama se relacionara con cualquier aspecto del suburbano. Presenté ocho trabajos, ocho. Por supuesto, aunque me tengo por un Gran Redactor, resulté mediocre: ningún miembro del jurado reparó en mis narraciones.
En cualquier caso, de una de ellas quedé especialmente satisfecho. Su efecto principal consistía en el uso exclusivo de nombres de estaciones para contar la breve historia. La idea no fue mía, por supuesto, sino genial ocurrencia de doña María Victoria Martín Martín, condesa de Tenacidad, en el reino del Maestrazgo. Ella misma  llamó mi atención sobre el nombre de una estación de la red de Metro que le resultaba especialmente atractivo, según me explicó: "la primera vez que lo escuché, pensé: debe de ser un lugar muy bello si tiene ese nombre". Se trataba de la parada Mar de Cristal.
Y es cierto, sin duda hermosa expresión. Así llego al fin al lugar hacia el que deseaba atraer su atención, improbable lector: la existencia de palabras, de expresiones, que resultan sugerentes. En nuestra rica y antigua lengua heráldica existen varias de indudable buen efecto. Hoy me detendré en una voz que me resulta especialmente atractiva:  a todo trance.
A todo trance blasona aquel mueble que, por su excepcional tamaño, toca con su contorno la boca del escudo. No es expresión habitual pero sí necesaria.
De los ejemplos que he localizado en la red una buena parte utilizan la expresión de forma incorrecta: así, la cruz, la cruz llana, tan común en las armas de la cristiandad entera, no requiere la añadidura a todo trance dado que necesariamente alcanza la boca del escudo. Del mismo modo la banda, en estos reinos tan frecuente en armerías desde que Alfonso XI de Castilla y León fundara la orden homónima, no necesita para su comprensión en lengua blasona de la voz a todo trance. La banda ha de partir de la boca del escudo y concluir en ella.
Traigo como ejemplo de este mal uso, de la muy recomendable página Libro de Armoria, la descripción que Tamburino propuso de las armas de una de las familias Blanes: de gules, una cruz de plata a todo trance, queriendo significar realmente en gules, cruz llana de plata.


Expongo en fin, para concluir ya de aburrirle improbable lector, las armas del municipio turolense de Alfambra, en cuyo blasonamiento se ha recurrido al correcto uso de este conjunto de palabras:

Armas: Partido por cruz de tau, a todo trance, de gules, perfilada de plata, y cargada en el pie con la inscripción "Alfambra" en árabe con letras de oro. Primer cuartel, de azur, castillo de plata surmontado de alfanje en banda sobre espada en barra, del mismo metal, puntas hacia lo alto. Segundo cuartel, de gules y sobre ondas de plata y azur, dos espigas altas, de oro, puestas en sotuer. Al timbre, Corona Real cerrada del Escudo Nacional de España.

Para terminar de aburrirle, añado el texto del que hablaba más arriba, improbable lector. Las palabras entrecomilladas reflejan nombres de estaciones de la red de Metro de Madrid:

EN BUSCA DE UN “NUEVO MUNDO”

Vagabundo en el “Metro”: Desheredado de “La Fortuna”, olvidado por “Las Suertes”, sin buena “Estrella”. 

“La Moraleja” de su vida la resumía en “La Peseta” grabada con los “Reyes Católicos” que, mendigando en una “Iglesia”, le otorgó un amigo del lejano “Noviciado”. 

Y ayer un “Tribunal” médico le ponía contra “Las Tablas”: le habían desahuciado. 

Ya no saborearía sus “Delicias”: Su paseo bajo las “Acacias” y “Almendrales”; su descanso, entre “Las Rosas”, bajo los “Tres Olivos”; sus noches junto al “Lago” contemplando su “Lucero”… 

Finalmente recobró la “Esperanza”: recorrería la vida con “Vista Alegre” hasta alcanzar su “Mar de Cristal”.