domingo, 12 de enero de 2014

ARMAS DE TÍTULO NOBILIARIO

Como sin duda ya sabrá, improbable lector, las armas que se toman por identificativas de un título nobiliario son las que corresponden, por adopción o por sucesión,  al primer poseedor de la merced nobiliaria. Ese privilegio posee absoluto sentido: Recuerde la anécdota referida a la primera ceremonia en palacio a la que acudió el recién creado Príncipe de Vergara, el general Espartero. Un grande de España se acercó de buena fe a felicitarlo. Y la respuesta del militar fue contundente: -amigo duque, no crea que ahora soy igual que usted; soy igual que su antepasado, el que consiguió el título para su familia.
Efectivamente, aquel que consigue por su ejemplar devenir vital  un título nobiliario posee, lógicamente, el derecho a elegir las armas que se perpetuarán en la posesión pacífica de la merced nobiliaria.
No leo tanta publicación heráldica como sería deseable, pero algo ojeo.
Esta semana me he reencontrado con los Cuadernos de Ayala que prácticamente tenía olvidados, y tras el presente heráldico de sus majestades los reyes de oriente, a su paso por el principado de Cataluña, también me he deleitado con el Repertorio de Títulos de aquellos lares.
Y convendrá conmigo, improbable lector, en que es cuanto menos sorprendente que ambas publicaciones, insisto improbable lector: ambas, me han sorprendido con unas armas atribuidas al marquesado de la Floresta que desconocía.
Así, uno de los más recientes Cuadernos de Ayala que el propio Alfonso Floresta ha fijado en la red, atribuye al marquesado un muy distinguido escudo: en campo de oro, chevron de gules, acompañado de tres granadas de sinople, rajadas de gules.
Y por su parte, el Repertori dels títols del que se hacía especial mención ayer mismo por su brillantez, igualmente atribuye al marquesado de la Floresta un muy elegante chevron de gules en campo de oro, con tres granadas de sinople, rajadas de gules.
Y entonces, ¿por qué la red, y yo mismo, le asignamos otras armas, del todo distinguidas es verdad?: un campo de plata cargado de tres fajas de sable, con bordura componada de gules y oro.
Puedo intuirlo: al ser poseedor en la actualidad de dos títulos ha preferido optar por el que siempre se consideró de mayor entidad histórica: el vizcondado de Ayala, que con tanta dignidad ostentó previamente su egregio padre. Y ese título debe de traer por armas las blasonadas hace unas líneas.
Pero, y ya concluyo, ¿por qué no asume, don Alfonso, las armas del título por el que siempre será conocido entre todos nosotros y con el que pasará a la posteridad?
Efectivamente, es meterme en lo que nadie me llama pero ¿no ha considerado adoptar, al menos en escusón, las armas del marquesado por el que, tras años de ejercicio, será recordado en la posteridad?