lunes, 13 de enero de 2014

LAS ARMAS DE LA HERÁLDICA

El maestro don Xavier Garcia, conde del Puig de Sabadell en el reino del Maestrazgo, cuyas distinguidas armas son las que siguen,  
planteó un blasón para el conjunto de esta ciencia heráldica. Blasón que reproduce sobre un partido de los dos forros fundamentales, escudetes con los colores y metales.
Resultan óptimamente creadas al componer todos los esmaltes y los forros. Además han sido aceptadas por toda la comunidad heráldica en su conjunto, así que las acato.
Pero, lamento disentir, no me convencen. Recuerdan efectivamente las que hace escasas fechas remitía don Ion Urrestarazu. Aquellas que aparecían recogidas en un antiguo armorial.
Pero, ¿por qué disponer los esmaltes como símbolo de nuestra ciencia? Yo discrepo aunque insisto, si han sido admitidas por el conjunto de heraldistas debo asumirlas.
Nuestra especie ha llegado a dominar la superficie emergida del planeta a través de una serie de mecanismos. El primero de ellos ha sido, sin duda, la capacidad de adaptación al entorno. Dicen los sabios que ligado con el anterior ha ayudado mucho al éxito la curiosidad. Curiosidad que ha logrado que miembros de nuestra espacie quisieran saber qué había más allá de la línea del horizonte; por qué crecía una planta en el lugar donde un año antes se tiraron semillas; e incluso socialmente, por qué unos individuos ostentaban privilegios que otros no poseían.
Hoy se conocen los mecanismos que mueven los resortes sociales. Así, se sabe que se copiarán los modos de los que ocupan los puestos que el conjunto considera más elevado. Los privilegiados de una sociedad, aquellos que ostentan los más altos puestos de la jerarquía social y resultan más adinerados, serán el espejo sobre el que el resto de conciudadanos se mirará para intentar alcanzar un estilo de vida similar.
De esta forma, se copiarán en la medida de lo factible la forma de emplear el ocio, la manera de vestir, el modo de comunicarse…
No es negativo necesariamente ese mecanismo atávico. Se copia a los que ocupan los más altos escalones y de esa forma se promueve un avance social generalizado.
Así ha sido siempre. Gustará este mecanismo conductual o desagradará, pero es real, existe. Propongo algún ejemplo: si los que ocupan los puestos más privilegiados en la actualidad, comienzan a practicar un nuevo deporte será copiado por cada vez más sujetos; si empiezan a vestir una prenda novedosa, el resto de la nación también lo hará; si emplean su ocio alojándose a un determinado lugar, el conjunto de ciudadanos igualmente hará planes para acudir en cuanto le sea posible.
Y la comunidad heráldica de la misma forma, debe mirar a quienes ocupan los puestos de más alcance, de más entidad, de más responsabilidad en materia de armerías.
¿Quiénes han ejercido tradicionalmente el máximo escalón en la jerarquía de la comunidad heráldica? Los reyes de armas. 
Sí. En los reinos en los que aún mantienen, con acierto, reyes de armas todos los aficionados a la heráldica desearán alcanzar esos puestos. 
Y el mecanismo es bueno: estudiarán a fondo nuestra ciencia, cultivarán relaciones, se prepararán para obtener los conocimientos necesarios. 
En consecuencia con todo lo expuesto, este redactor a quien tiene la deferencia de estar leyendo hubiera propuesto que las armas de la heráldica reflejaran el más alto nivel jerárquico alcanzable: el oficio de rey de armas.
¿Y qué mueble lo representa? Efectivamente, improbable lector, la propia corona de tan alta labor.
Como campo del escudo, siguiendo al licenciado don Pedro Luis Bengoechea, presbítero, en su obra Los Rújula de 1926, propondría el azur porque según explicó tan sabio sacerdote: “este es el color que debe constituir la única mira de aquellos [los reyes de armas]: el cielo”.
Nada más, improbable lector. Lamento disentir del resto.