Recuerdo que el Opus del
Insuperable establecía la cuota mínima de rezo diario. Y es que nuestra madre
la Iglesia nos insiste en que hay que rezar. Pero últimamente me planteo que el
rezo, así tal cual, una sucesión de plegarias repetidas, conduce a poco. Mi
conclusión es que no existe más oración válida que, por un lado el examen de la propia conducta en
relación a los que nos rodean, y por otro el
propósito de mejorar el trato y de enmendar los errores.
Pero para lograr lo anterior se
puede, y se debe, recurrir a quienes ya han alcanzado un estado más
perfecto que el nuestro, aquellos que han rendido su alma a Dios. Nos
iluminarán, inspirarán el pensamiento adecuado, orientarán nuestro intelecto
hacia lo óptimo.
Con esta entrada que no habla
de heráldica, quiero plantearle que acuda a la intercesión de un compañero de
promoción de mi jefe directo, fallecido el día veintiocho de enero de 1999 en
el hospital militar Gómez Ulla siendo Comandante de Ingenieros del Ejército de
Tierra de España.
Su nombre es Joaquín
Rodríguez-Monteverde Cantarell. No hace falta dispensarle trato de mi comandante, con llamarle por su
nombre, Joaquín, ya es suficiente.
He recurrido desde hace ya más
de ocho años a su intercesión para una buena cantidad de asuntos y he sido
siempre atendido con la mayor celeridad y premura.
Por si a usted también,
improbable lector, le resulta de ayuda, añado un par de imágenes. La primera
propone una oración y la segunda relata su vida.