martes, 18 de febrero de 2014

BANDA ECLESIÁSTICA

El derecho premial español, supongo que de forma análoga al resto de reinos vecinos, recoge la existencia de la categoría de grandes cruces en las muchas y variadas órdenes que existen en suelo patrio.
Las grandes cruces se acompañan de banda que se dispone terciada de forma que, de portar espada, pudiera prenderse de su extremo. Esto es, desde el hombro derecho hasta el costado izquierdo.
Y esta característica es invariable en todas las órdenes españolas, al contrario que en el extranjero, por ejemplo en Inglaterra, donde la orden de la liga se significa con banda que se tercia en sentido opuesto. Imagino que debido a la existencia de un elevado número de zurdos en aquellos brumosos lares que portaban la espada en el costado contrario.
Pero dado que el origen de la banda es el arreo del caballero que se utilizaba para portar espada,
es lógico pensar que los eclesiásticos no deban utilizar dicho atavío atendiendo al mandato del Maestro relativo a la caridad que debe primar sobre cualquier querella.
(Sí, efectivamente improbable lector, las damas tampoco y por ese motivo las bandas que se les otorguen deben tomar un reducido ancho que más signifique adorno que verdadero portaespada).
La red mostraba no hace mucho la concesión al arzobispo de Barcelona, príncipe de la Iglesia, de la gran cruz del estamento de caballeros nobles del principado de Cataluña. Gran cruz que se le entregó en forma de banda.
Y no es caso único, se añaden un par de imágenes más que muestran al cardenal Oullet
y al cardenal Cañizares portando bandas impropias de eclesiásticos.
Para el clero se dispuso tradicionalmente la banda en una forma espacial. Forma que se denomina de muceta y que resulta centrada sobre el traje talar.
Hasta hace escasas fechas la correcta utilización de la banda eclesiástica sí se mantenía. La imagen que sigue muestra al cardenal Aponte tras recibir la gran cruz de la orden de Isabel la católica:
La historia nos ofrece infinidad de casos del uso correcto de esta prenda premial.
Quizá, y con esto concluyo tan breve entrada, debería advertirse a las autoridades sobre la conveniencia de retornar al correcto uso de este galardón.