miércoles, 19 de febrero de 2014

CONCISIÓN

Hablando entre caña y caña con el señor de Sabiote, el marqués del Real Blasón y el marqués del Tamujoso, cuyas armas, junto con las de quien suscribe, se exponen a continuación,
acompañados del correctísimo don Ángel García Cañedo, conde de Cristóbal de la Sierra, en el reino del Maestrazgo, que aún no ha escogido armas, comentábamos algunas actitudes sobre las adopciones de armerías de varios de nuestros conocidos y amigos.
Todos coincidimos en que quienes de verdad comprendían esta ciencia, aquellos que se habían empleado con esfuerzo en su estudio, llegando a familiarizarse con armoriales, blasonamientos y esmaltes tendían a escoger armas simples.

Por el contrario, aquellos otros que se acercaban a la heráldica por primera vez y con prontitud, celeridad y prisas optaban por blasones invariablemente saturados de particiones, con muebles muy diversos, abigarrados de significados y simbolismos. Enmarañados, embrollados.
Improbable lector, si está sopesando la posibilidad de escoger armas nuevas que le representen, que le identifiquen, según ha sido costumbre secular en estos reinos que hoy forman España, tenga presente que cuanto más escuetas y concisas, resultarán más armónicas y le distinguirán con mayor facilidad del resto.

Otro día hablaremos sobre quién debe registrar sus armas.