miércoles, 24 de septiembre de 2014

ENEMIGOS

El conde de las Reales Huertas en el reino del Maestrazgo, mi amigo don Antonio Bartolomé Alemany, cuyas armas inician esta entrada, me explicaba el verano pasado, en una conversación muy bien regada, la evolución que ha sufrido el concepto de enemigo en nuestra sociedad occidental.
Y es que hasta hace escasos veinticinco años el oponente global de la sociedad occidental, (que entonces no se llamaba así sino primer mundo) era el conjunto de países que se regían por la concepción social denominada comunismo. Naciones que agrupábamos bajo la voz segundo mundo.
El equilibrio era precario, sabiamente basado en la equivalencia armamentística estratégica. Ambos bloques poseían una capacidad destructiva del enemigo, basada en el poder atómico, de similar entidad.
Años antes de la caída del muro de Berlín en 1989, el gobierno de los Estados Unidos de América inició y desarrolló un programa espacial que los noticiarios denominaron "guerra de las galaxias". 
El programa consistía en la defensa estratégica de su territorio a partir del establecimiento de una red de satélites en la estratosfera con capacidad para destruir los misiles nucleares del bloque comunista al poco tiempo de ser disparados desde sus bases.
Y el bloque comunista se rindió. Capituló ante la imposibilidad de crear una estructura satelital similar. Imposibilidad no solo científica sino económica. La conclusión es que se pasaron al enemigo. Se convirtieron en lo que ellos mismos denominaban "capitalistas". Y el principal adversario del primer mundo, de occidente, desapareció.
Pero la industria de investigación y fabricación de armamento es poderosa. Si no hay un contrincante hay que inventarlo. Y en pocos años surgió un nuevo adversario de la sociedad occidental: el integrismo musulmán.
Ese integrismo moro no tiene realmente capacidad bélica suficiente como para ser considerado una amenaza global para nuestra sociedad. Los Estados en los que se desarrolla no poseen armamento nuclear y sus ejércitos no alcanzan entidad proporcionada a los de occidente.
Pero realmente conviene que exista un adversario y que ese adversario sea débil. Efectivamente nuestras sociedades no se ven verdaderamente amenazadas por una invasión. Sus acciones, muy aireadas en los informativos para mantener la conciencia de peligro global, no son más que aguijonazos en un oso, carecen de auténtica trascendencia. 
Sí, perpetran atentados que alcanzan una gran difusión mediática. Pero no puede considerarse una amenaza militar.
Con el fin de no adquirir enemigos innecesarios, se distingue muy bien en los informativos entre el conjunto de los practicantes de la religión musulmana y los que incurren en integrismo. Así, el adversario no es el conjunto de países musulmanes sino los individuos que trasladan la práctica de su religión al extremismo más radical.
Pero no es este realmente el asunto del que hoy quería hablar. Comienzo a escribir y no sé dónde acabo. Quería explicar que, frente a las naciones musulmanas, el conjunto de las diferentes ramas cristianas son una única religión que posee ritos diferentes.
Y realmente no les falta razón. Lo que diferencia al conjunto de confesiones cristianas son los ritos. Pero la esencia es única: hacer divertida la vida al prójimo.
Este es ya el tema que hoy pretendía exponer y lo haré en dos líneas, que ya le he aburrido bastante improbable lector. El rito anglicano ha sabido mantener en sus monumentos religiosos el modelo artístico medieval. En el nuestro, el católico, no siempre hemos acertado.
Concluyo con la fotografía que ha sido capaz de motivarme tamaña tormenta de ideas: 
Ha sido tomada en la catedral de Glasgow. De rito anglicano. Otro día explicaré algún detalle sobre esa imagen.